Quienes visitan a menudo este blog ya se habrán dado cuenta de que aquí se copia y se pega. Copiar y pegar es mi fundamental contribución intelectual a esta blogosfera, pero eso sí, mientras pienso lo que copio y lo que no, discrimino. Soy una discriminadora positiva... aficionada. Espero salvarme diciendo aquello de que como "Todo está inventado, solo queda copiar con gusto", y mi única coartada es que, bueno o malo, el gusto es mío.
Marcela, te ha tocado ;-)
(fotografía de Hasting Graham,
de una mujer con corrector de nariz antes de que la cirugía estética no fuese de uso obligado)
Trozo de una columna de Hernán Casciari, que escribe cómo un amigo le relata lo fácil que el ligar por Facebook, y las claves para descubrir mujeres fáciles y convenientes.
—Aléjate de las mujeres que ponen la fecha de nacimiento sin indicar el año: a ésas ya se les cayeron las tetas. Escápate de las que cuelgan muchas fotos de sus mascotas: son depresivas. Ni se te ocurra encarar a las que te parecen lindas pero tienen todas las fotos en contrapicado: son gordas con complejo de papada. Si dicen estar “en una relación difícil” y tienen más de treinta fotos besando al mismo tipo, en diferentes épocas, bórrate : después de hacer el amor, lloran.
—Impresionante —le digo con sinceridad.
—Hay que estar atento a las que, en la imagen del perfil, ponen una foto sacada por ellas mismas en el baño. A ésas, les decís cuatro piropos en el Muro y las tienes comiendo alpiste. Atento a las que ponen fotos viajando por el mundo con una amiga, siempre la misma amiga: son fiesteras. Pero ojo —matiza mi amigo—: tiene que ser fotos por el mundo; si viajan por su propio país, son histéricas. A las que ponen una imagen de ellas cuando eran chiquitas, en color sepia, les gusta el sexo duro. Las que dejan vacío el ítem sobre intereses musicales, prefieren pagar el hotel a medias.
Mi antiguo amigo de la primaria me atiborró de consejos, pero sólo me acuerdo de estos pocos para compartir hoy con ustedes. Habló durante más de una hora, sin parar. Y después dijo que debía irse a una cita con una mujer que había conocido en la estación Verdaguer.
—Me tiemblan las manos —me confesó antes de salir del bar—. Esta mujer que conocí en el metro me dice que no tiene Internet. No sé nada de ella, nunca vi fotos, no sé de qué carajo le voy a hablar.
—¿Y para qué vas, entonces?
—Es que últimamente me calientan mucho las mujeres analógicas. Tienen olor a infancia.
(Me gustaría copiarte las casi 600 entradas, pero no quiero entrar en el guinness de sopetón).