Esta mañana volví a soñar contigo. Estábamos sentados uno junto al otro y tú me rechazabas, sin enojo, con toda amabilidad. Yo me sentía muy desdichado. No por el rechazo, sino por mí, que te estaba tratando como a una mujer muda y no escuchaba la voz que salía de ti y se estaba dirigiendo a mí. Quizá la haya oído; pero no había podido responderle. Eso me recuerda algo que leí en algún lado:
"Mi amada es una columna de fuego que se mueve sobre la tierra. Ahora me tiene abrazado. Empero, ella no arrastra a quienes abraza, sino a quienes la ven."
Tuyo.
(ahora he perdido hasta el nombre;
se fue abreviando cada vez más
y ahora sólo es: Tuyo.)
He recibido un pequeño golpe: un telegrama de París anunciando que mañana por la noche estará aquí un viejo tío, a quien en el fondo quiero mucho. Vive en Madrid y falta de aquí desde hace mucho tiempo. Es un golpe porque me quitará tiempo y yo necesito todo el tiempo y mil veces más, con preferencia todo el tiempo que exista, para pensar en ti, para respirar en ti. El departamento también perderá su paz, las veladas perderán su sosiego. Mc gustaría estar en otro lado. Son muchas las cosas que quisiera cambiar. Tampoco quisiera volver a la oficina. Pero luego pienso que merezco unas bofetadas por expresar deseos que vayan más allá de este presente que te pertenece por completo. Por alguna razón no puedo escribir sobre nada que no sea lo que nos concierne a nosotros, únicamente a nosotros, en medio del torbellino del mundo. Todo lo ajeno es ajeno. ¡Injusto! ¡Injusto! Pero los labios balbucean y mi rostro se hunde en tu regazo. Hay una amargura que me ha quedado de los días en Viena. ¿Puedo mencionarla? Mientras estábamos allá arriba, en el bosque, creo que fue en el transcurso del segundo día, tú dijiste algo así como: "La batalla con la antecámara no puede prolongarse mucho." Y ahora, en la penúltima carta a Merano, hablas de la enfermedad. ¿Cómo puedo encontrar una salida entre esos dos hechos? No lo digo por celos, Mílena, no soy celoso. Una de dos: o el mundo es minúsculo, o nosotros somos gigantescos; porque lo cierto es que lo colmamos por completo. ¿Quién podría provocar mis celos?
Ayer te aconsejé no escribirme a diario. Hoy sigo opinando lo mismo; considero que sería un beneficio para ambos y vuelvo a aconsejártelo, con mayor insistencia aún ...Sólo que, por favor Mílena, no sigas mi consejo y escríbeme a diario. Me basta con unas pocas líneas, algo más breve que las cartas de hoy, dos líneas, una, una palabra ... pero el privarme de esa palabra me causaría un terrible dolor.
Hoy estuve estudiando un plano de Viena. Por un instante me pareció incomprensible que se haya levantado una ciudad tan grande, mientras que tú sólo necesitas una habitación.
F.
Las mejores cartas que me has escrito (y eso es mucho decir, pues tus cartas en totalidad son, casi línea por línea, lo mejor que haya ocurrido en mi vida) son aquéllas en las cuales justificas mi "miedo" y, al mismo tiempo, procuras explicarme que no debo sentirlo. Pero ocurre que también yo, aunque a veces parezca un sobornado defensor de mi "miedo", probablemente lo justifique en lo más hondo de mí. Es más: ese miedo es parte de mí y quizá sea lo mejor de mí. Y puesto que es lo mejor de mí, quizá sea también lo único que tú amas. Pues ¿qué cosa digna de amar puede encontrarse en mí? Mi miedo,en cambio, es digno de ser amado.
Y cuando una vez me preguntaste cómo podía decir que había pasado un sábado agradable, si tenía ese miedo en el corazón, no me pareció difícil explicártelo. Puesto que te amo (y te amo, pues, conceptualizadora mía; como el mar ama a un diminuto gui-jarro hundido en sus profundidades, de la misma manera le envuelve mi amor ... y ojalá yo sea también para ti ese guijarro, si el Cielo lo permite), amo el mundo entero y a ese mundo pertenece también tu hombro izquierdo, no, primero fue el derecho y por eso lo beso cuando quiero (y tú eres tan tierna como para apartar la blusa) y a ese mundo pertenece también tu hombro izquierdo y tu rostro sobre mí en el bosque y tu rostro bajo mí en el bosque y ese descansar sobre tu pecho casi desnudo. Y por eso tienes razón cuando dices que ya fuimos uno, y eso no me produce miedo alguno, es mi única dicha y mi único orgullo y no lo limito para nada al bosque.
Pero entre ese día-mundo y aquella "media hora en la cama" de la cual hablabas con tanto desprecio en una carta, definiéndola como cosa de hombres, existe para mí un abismo que no puedo franquear, probablemente porque no quiero. Allí hay un asunto de la noche, en todo sentido un asunto de la noche; aquí está el mundo y yo lo poseo y se supone que yo franqueé el precipicio para penetrar en la noche y para apoderarme otra vez de ella. ¿Puede uno apoderarse otra vez de algo? ¿No equivale eso a perderlo? Aquí está el mundo, que yo poseo, y se pretende que yo franquee el abismo en nombre de un inquietante hechizo, un conjuro, una piedra filosofal, una alquimia, un anillo mágico. No quiero saber nada de eso, me inspira un miedo horrible.
¡Tratar de atrapar en una noche, por medio de una hechicería, a toda prisa, jadeante, desvalido, poseído, tratar de atrapar por medio de una hechicería lo que cada día ofrece a los ojos abiertos! ("Quizá" no haya otra manera de engendrar hijos, "quizá" los hijos también sean un hechizo. Dejemos ese tema por ahora.) Por eso estoy tan agradecido (a ti y a todo) y por eso es, pues, samozrejmé[70] que junto a ti me sienta absolutamente sereno y absolutamente inquieto, absolutamente coaccionado y absolutamente libre, razón por la cual, luego de haberlo comprendido, he renunciado a todo el resto de la vida. ¡Mírame a los ojos!
Milena Jesenská tomó contacto con Frank Kafka por primera vez cuando, contando veintitrés años, le escribió pidiéndole autorización para traducir al checo una novela suya. Desde ese momento comenzó una relación epistolar que duraría más o menos cuatro años y que se iría diluyendo en el tiempo mientras Kafka avanzaba en su enfermedad, la tuberculosis. En estas cartas, además de mostrar su adoración por Milena, se queja de su insomnio y sobre todo de su miedo, miedo que nunca llegará a explicar:
"...y mi miedo es cada vez mayor porque significa un retroceso ante el mundo”
“…siempre ese miedo, ese miedo... Busco un mueble bajo el cual esconderme, tembloroso y casi inconsciente…”
“Tenemos en común, Milena, el deseo de una cómoda muerte; pero, en realidad, ése es ya un deseo que se experimenta en la primera infancia. Yo la experimentaba...
En sus últimas cartas, a una de las cuales pertenece el extracto de la imagen, se queja de la inutilidad de escribir y del dolor que le produce su lectura.
"...cuando no te escribo, por lo menos duermo de a ratos, con un sueño liviano. Cuando no te escribo, sólo estoy cansado, triste, pesado; cuando te escribo, me destrozan la inquietud y el miedo. Nos pedimos compasión uno al otro; yo te pido que me permitas ocultarme, tú me pides ... pero el hecho de que esto sea posible es la más atroz de las paradojas.
"
Y estas cartas no son más que un martirio, nacidas de un martirio, irremediable, sólo crean martirio, irremediable. ¿Para qué sumar ese martirio a este invierno (que lo acentúa más aún)?"
"Pero, por el momento, lo peor es (ni yo mismo lo habría esperado) que ni siquiera puedo continuar escribiendo estas cartas, ni siquiera estas cartas importantes. El maligno hechizo de las cartas comienza a actuar y destruye mis noches, que ya se destruyen cada vez más por sí solas. Debo interrumpir, no puedo continuar escribiendo. Ay, su insomnio es de una naturaleza diferente a la del mío. Por favor, no escribamos más."
"Desde hace tiempo permanece aquí el fragmento de una carta destinada a usted, pero no me llega el momento de continuarla. Los antiguos males han descubierto mi refugio, me han asaltado y me han sometido bastante. Todo me significa un esfuerzo. Todo rasgo trazado con la pluma, todo lo que escribo me parece demasiado importante, como si no guardara relación con mis fuerzas. Y cuando escribo "afectuosos saludos" ¿tendrán realmente esos saludos la fuerza necesaria como para llegar a la bulliciosa, tumultuosa, gris y urbana I..-strasse, en donde yo y lo mío no podríamos respirar? Por eso opto por no escribir, espero que lleguen tiempos mejores o peores y permanezco aquí, atendido con eficacia y ternura hasta el límite de lo posible en la Tierra".