«Eu
cheguei e vinos alí todos tirados. Rompemos a alambrada para subir a
uns poucos que estaban nos vagóns. Estaba unha rapaciña de 16 anos,
outro de 21 e un rapaz de 14. Eu collía a ese rapaz e dicíalle:
cariño, que no pasa nada; cariño, que no tienes nada. ¿Qué te
duele? E dicíame que lle doía o cuello e xa
lle puxeron un collarín. E despois
quedou tranquilo e cando o atenderon díxenlle: ahora ya te
van a llevar. E deille un bico así no lado e
preguntoume: señora ¿cómo se llama? Contesteille
que me chamaba Mercedes e díxome: no lo voy a olvidar jamás».
Mercedes Salgado, vecina de Angrois.
"Llegué y los vi allí todos tirados. Rompimos la alambrada para subir a unos pocos que estaban en los vagones. Estaba una chavalita de 16 años, otro de 21 y un chaval de 14. Yo cogía a ese chaval y le decía: cariño, que no pasa nada; cariño, que no tienes nada ¿Qué te duele? Y él me decía que le dolía el cuello y ya le pusieron un collarín. Y después quedó tranquilo y cuando lo atendieron le dije: ahora ya te van a llevar. Y le dí un beso así de lado y me preguntó: señora ¿cómo se llama? Le contesté que me llamaba Mercedes y me dijo: no lo voy a olvidar jamás".
En
Angrois quedou parte de Nós para sempre. Alí irán os nosos ollos
cando as curvas do destino, invisibles e insomnes, debuxen curvas de
terror. Alí perderemos o mil veces perdido. Escoitaremos o bruar das
areas cristal do norte, onde o mar musita baladas ao frío. Pero en
Angrois aprendemos tamén que a humanidade non deixou de ser humana
(aínda que estes días algúns miserables renoven o seu pacto coa
miseria). Aprendemos leccións de vida fronte á morte, catapulta de
todos os infernos. Gutiérrez, por exemplo, un adolescente que
engrandece a palabra tantas veces vituperada: xuventude. Tirouse ás
vías cargado de amor repartido, gota a gota, nos seus quince anos de
vida. En Angrois deixamos lágrimas que veñen traidoras a mollar o
papel do periódico onde escribo. Conmovido, aínda. Deberían
gardarse, como signos de amor, os exemplares húmidos de bágoas. Vin
chorar a amigos na barra dun bar, tan adultos e tan escarmentados da
vida, mentres pasaban as páxinas de La Voz. As lágrimas que caeron
no papel foron dereitas, seino, á terra de Angrois. Alí seguen,
doéndonos. Os vellos deixaron de ser vellos e as mulleres coraxe,
tantas, pintaron as súas uñas de cor misericordia. En Angrois,
aínda que pareza o contrario, crecemos. Multiplicamos a esperanza no
ser humano. Nobres, pese a tanto. Somos mellores. Por iso non soporto
o diálogo absurdo dos dedos acusadores, discutindo, tertuliando
feroces: as ideoloxías amosando a súa ruindade. Prefiro mirar a 170
quilómetros de Verín para que a ilusión, tan distante, resucite
entre Nós. Miro ao adolescente Gutiérrez. Miro Angrois. Para
renacer, Galicia.
Xosé Carlos Caneiro.
En Angrois quedó parte de Nosotros para siempre. Allí irán nuestros ojos cuando las curvas del destino, invisibles e insomnes, dibujen curvas de terror. Allí perderemos lo mil veces perdido. Escucharemos el ruido de las arenas de las arenas cristal del norte, donde el mar musita baladas al frío. Pero en Angrois aprendimos también que la humanidad no dejó de ser humana ( aún que estos días algunos miserables renueven su pacto con la miseria). Aprendimos lecciones de vida frente a la muerte, catapulta de todos los infiernos. Gutiérres, por ejemplo, un adolescente que engrandece la palabra tantas veces vituperada: juventud. Se tiró a las vías cargado de amor repartido, gota a gota, en sus quince años de vida. En Angrois dejamos lágrimas que vienen traidoras a mojar el papel de periódico donde escribo. Conmovido, aún. Deberían guardarse, como signos de amor, los ejemplares húmedos de lágrimas. Vi llorar a amigos en la barra de un bar, tan adultos y tan escarmentados de la vida, mientras pasaban las paginas de La Voz. Las lágrimas que cayeron en el papel fueron derechas, lo sé, a la tierra de Angrois. Allí siguen, doliéndonos. Los viejos dejaron de ser viejos y las mujeres coraje, tantas, pintaron sus uñas de color misericordia. En Angrois, aunque parezca lo contrario, crecimos. Multiplicamos la esperanza en el ser humano. Nobles, pese a tanto. Somos mejores. Por eso no soporto el diálogo absurdo de los dedos acusadores, discutiendo, tertuliando feroces: las ideologías mostrando su ruindad. Prefiero mirar a 170 km de Verín para que la ilusión, tan distante, resucite entre Nosotros. Miro al adolescente Gutiérrez. Miro Angrois. Para renacer, Galicia.
Gracias a todos los que me escribieron preocupándose por si me había afectado el desgraciado accidente ocurrido en Santiago.
Todavía un poco doloridos, pero aquí estamos.
18 comentarios:
Mucho ánimo, y reitero mi abrazo a todas las víctimas, en cualquier grado.
Buenas noches. Un beso.
Ya sabes donde vivo, pues todavía no me he recuperado y no duermo normal, demasiado terrible lo que pasó...
Besos y salud
No podrás verlos ni podrás escuchar los minutos de silencio que uno hace sin proponérselo ante tragedias como esta, donde la muerte llega sinsentido alguno.
sin sentido.
Un abrazo, Blue. Siempre estarán en el recuerdo y en la mente, una forma de no olvidarlos.
Me alegra verte de nuevo.
Bicos
La música es tremendamente hermosa...
Poco mas se puede decir.
La piel se eriza y las lagrimas no se pueden evitar.
Un beso muy muy grande.
Aquí es cuando las palabras frenan en seco. Sólo queda abrazarse...Unha aperta moi forte.
Muchas gracias a todos. No sé si habréís entendido el texto los que no sois gallegos. Hoy lo traduciré por si acaso.
Un abrazo.
Abrazo enorme.
Por esos pequeños anónimos a los cuales debe resultar imposible explicar, te abrazo a vos.
Un abrazo, fuerte.
Galicia demostró que su fama no es falsa...
Un abrazo a todos. Poco más hay que añadir a lo que ya está más que visto, leído, escuchado...sólo pedir que no se repita algo similar, ni aquí ni en ningún sitio.
La emoción no se habla, se siente.Y yo estoy con Galicia en esa forma de ser en la tragedia: ayudando, tan calladamente. Qué hablen los que no estuvieron, ni tienen lágrimas.
Besos.
Lo malo de las tragedias es que además todas las palabras se quedan cortas. Otro beso, Blue.
Las palabras se quedan cortas, y si se dicen muchas parece que sobran ¿verdad?
Besos, Marcela.
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