Lo
que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y
cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le
ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.
No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.
Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales.
¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó botar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el pañuelo de tela del bolsillo.
¡¡¡Nooo!!! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.
¡Guardo los vasos desechables!
¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez!
¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!
Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida!
¡Es más!
¡Se compraban para la vida de los que venían después!
La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, vajillas y hasta palanganas de loza.
Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de refrigerador tres veces.
¡¡Nos están fastidiando! ! ¡¡Yo los descubrí!! ¡¡Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.
¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de los tenis Nike?
¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando colchones casa por casa?
¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista?
¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?
Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más y más basura.
El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad.
El que tenga menos de 30 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el que recogía la basura!!
¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de… años!
Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII)
No existía el plástico ni el nylon. La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en la Fiesta de San Juan .
Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De ‘por ahí’ vengo yo. Y no es que haya sido mejor.. Es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el ‘guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo’, pasarse al ‘compre y bote que ya se viene el modelo nuevo’.Hay que cambiar el auto cada 3 años como máximo, porque si no, eres un arruinado. Así el coche que tenés esté en buen estado . Y hay que vivir endeudado eternamente para pagar el nuevo!!!! Pero por Dios.
Mi cabeza no resiste tanto.
Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real.
Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo) Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.
Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?
¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron?
En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos.. . ¡¡Cómo guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!! ¡¡Guardábamos las tapas de los refrescos!! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos!
Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned-beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.
Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡¡¡Los diarios!!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para pone r en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver.. ¡¡¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!!!
Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los goteros de las medicinas por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía ‘éste es un 4 de bastos’.
Los cajones guardaban pedazos izquierdos de pinzas de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en una pinza completa.
Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden ‘matarlos’ apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada: ¡¡¡ni a Walt Disney!!!
Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: ‘Cómase el helado y después tire la copita’, nosotros dijimos que sí, pero, ¡¡¡minga que la íbamos a tirar!!! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.
Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡¡¡Ah!!! ¡¡¡No lo voy a hacer!!! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad son descartables.
Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero.. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo, pegatina en el cabello y glamour.
Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la ‘bruja’ como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la ‘bruja’ me gane de mano y sea yo el entregado.
No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.
Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales.
¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó botar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el pañuelo de tela del bolsillo.
¡¡¡Nooo!!! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.
¡Guardo los vasos desechables!
¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez!
¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!
Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida!
¡Es más!
¡Se compraban para la vida de los que venían después!
La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, vajillas y hasta palanganas de loza.
Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de refrigerador tres veces.
¡¡Nos están fastidiando! ! ¡¡Yo los descubrí!! ¡¡Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.
¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de los tenis Nike?
¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando colchones casa por casa?
¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista?
¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?
Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más y más basura.
El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad.
El que tenga menos de 30 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el que recogía la basura!!
¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de… años!
Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII)
No existía el plástico ni el nylon. La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en la Fiesta de San Juan .
Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De ‘por ahí’ vengo yo. Y no es que haya sido mejor.. Es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el ‘guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo’, pasarse al ‘compre y bote que ya se viene el modelo nuevo’.Hay que cambiar el auto cada 3 años como máximo, porque si no, eres un arruinado. Así el coche que tenés esté en buen estado . Y hay que vivir endeudado eternamente para pagar el nuevo!!!! Pero por Dios.
Mi cabeza no resiste tanto.
Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real.
Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo) Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.
Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?
¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron?
En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos.. . ¡¡Cómo guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!! ¡¡Guardábamos las tapas de los refrescos!! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos!
Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned-beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.
Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡¡¡Los diarios!!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para pone r en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver.. ¡¡¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!!!
Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los goteros de las medicinas por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía ‘éste es un 4 de bastos’.
Los cajones guardaban pedazos izquierdos de pinzas de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en una pinza completa.
Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden ‘matarlos’ apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada: ¡¡¡ni a Walt Disney!!!
Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: ‘Cómase el helado y después tire la copita’, nosotros dijimos que sí, pero, ¡¡¡minga que la íbamos a tirar!!! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.
Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡¡¡Ah!!! ¡¡¡No lo voy a hacer!!! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad son descartables.
Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero.. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo, pegatina en el cabello y glamour.
Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la ‘bruja’ como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la ‘bruja’ me gane de mano y sea yo el entregado.
Eduardo Galeano
32 comentarios:
Yo cambien pertenezco a esa misma generación "guardatodo", demasiado, eso me recuerda que llegado el Otoño debo cambiar la ropa de los armarios, a ver si soy capaz de tirar un montón de ropa al tiempo de guardar la de verano ..
Dela ultima parte, también soy de conservar las amistades y la familia, ya se ve que soy de una generación que se extingue... :(
Besos y salud
Me ha encantado y comulgo con todo lo que dice, muchas de esas cosas que se guardaban, lo hice, jajaja seré de "esos raros" Pero si, en serio tiene toda la razón del mundo, mira justo ayer, mi hijo Fer, bueno, uno de ellos, al que hace dos días!! le hemos comprado un portatil porque el que tenía no debe ser tan bueno como el mío que sigue vivo, aun hoy, muchos años después de tenerlo, estaba quejándose de que su móvil no iba bien, no era tan rápido como... y no se que puñetas más...le miré, me miró y...se guardo el móvil en el bolsillo, y me dijo, ¿que hay de comer, mami?..... creo que fue una de esas pocas veces que madre e hijo se entienden a la primera, jajaja
un beso, Blue
Guardaron todo. Guardaron tanto que ahora sus hijos y sus nietos lo tienen que usar todo, sus pensiones, sus ahorros, porque no tienen trabajo o porque con lo que ganan no llegan a fin de mes...En fin, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, hay dió.
Besos.
Me lo mandó hace día un compañero, jubilado ya. Y me sentí (él lo sabía) absolutamente identificada.
Pero esas fotos son increíbles: ese unir lo absolutamente poético con lo más cotidiano, me encanta.
Yo compro libros de papel, parece ser que estoy anticuado, pero mis hijos los podrán leer gratis sin pasar por la extorsión de las eléctricas...
Convivo feliz con esta época del usar y tirar y estoy encantado con ello ¡Que viva la renovación! ¡Abajo los cajones repletos!
Si descarto la fascinación infantil que me provocaban los cajones de mis abuelitos, llenos de cachivaches, nada me da más agonía que los trastos que envejecen y las personas con el síndrome ese de Diógenes. Lo nuevo siempre es sexi...
Más que guardarlo todo, yo soy de aquellos que mientras dura una cosa, no la cambio por otra. Como muestra mi móvil, que es un motorola V360 y aún dura. :)
Genin, generación que se extingue, pero no del todo, ya verás.
¿Recuerdas aquella canción que decía que "el que guarda siempre tiene2?, pues eso, jaja.
Besos y salud.
Carmela, alguna cosa habré tirado, pero solo por vieja. Normalmente estiro todo al límite y de hecho estoy utilizando cosas de hace muchos años, dándoles una segunda vida.
He visto la escena con tu hijo. Tú no sabes lo que se sufre con un teléfono que no va tan rápido como...jajaja.
Besos.
Maia, no te imaginas la cantidad de familias que ahora se encuentran en esa situación. Ni me quiero imaginar qué pasará por su cabeza, haber ahorrado para tres generaciones, ni más ni menos, y encontrarse ahora con que no pueden disfrutar de su pensión como debieran después de haber trabajado y ahorrado de verdad.
Falta por saber qué pasará de aquí a unos años, porque eternos no van a ser...
Besos.
Mariajesus, te creo bien porque veo lo que haces en Paradela, tu reino.
Lo cotidiano es lo importante.
Bicos.
Temujin, o no leerán porque no tendrán ni tiempo ni ganas.
Besos.
Frankie, ¿no te gustará el fuego por casualidaaaad?
Por cierto, hay que renovar esas gafas, jajaja.
Besos, sexi.
Cabrónidas, ¿Motorola?, jaja, recuerdo ese móvil. Lo raro es que todavía viva la batería. No sabes lo tranquilo que estás sin cambiarlo por uno de esos diabólicos.
Cuando compré el mío, ya hacía tiempo que en España el número de móviles superaba al de fijos. Todos los niños lo tenían ya, jaja.
Saludos.
Joé, qué largo es el artículo... Confieso que no lo he acabado...
Igual paso otro rato y lo termino.
mmm.. Mi portátil tiene ya como siete años y está muy mal...debería cambiarlo, pero aguanto... La verdad es que yo sí soy de "conservar" las cosas... la ropa la llevaba hasta que se deshilachaba (no sé si lo he escrito bien), y no me gusta "cambiar" de equipo de música, coche o lo que sea cada año... Está bien lo que dice la entrada (de lo que he leído, vamos)..
Mmmm...
Un saludito y buen fin de semana.
Ah! Las fotos con los gif son muy curiosas. Están muy bien.
David, pues te lo resumo. Aparte de poner mil y un ejemplos, al final aplica también a las personas el calificativo de descartables, con todo lo que eso afecta a las relaciones. Y poco más.
Las fotos de fondo son antiguas, pero los gifs no, claro. La de la mujer de finales del s.XIX y la del hombre de principios del s. XX.
Un abrazo y buen fin de semana.
Hace tiempo me contaron una historia que he recordado al leer el post. Un viajero inglés llegó hasta la casa de un viejo hindú considerado como un sabio. Le sorprendió ver que vivía en la más absoluta pobreza. Sólo tenía un cuenco con el que cogía agua y usaba también para comer. El inglés, sorprendido, le preguntó cómo podía vivir con tan pocas cosas a lo que el sabio le replicó:
-Tú llevas sólamente una mochila
-Bueno, es diferente, yo estoy de paso, dijo el inglés.
-Yo también, contestó el viejo.
En fin, que yo he empezado a aligerar el equipaje, por lo que pueda pasar.
Un besazo y buen finde.
Jajaja...Gracias por el resumen (pero claro, así me da más pereza leerlo).
Es curioso... lo de mantener o descartar las relaciones también es otra historia. mmm...
Pues me ha gustado tu "resumen" (buena entrada ;-); y eso que no la he leído entera )
Lula, esa es la otra cara de la historia: guardar lo que no es necesario ni lo será nunca. En fin, asunto difícil, pero la opción de aligerar no es mala. el sabio sabe.
;-)
Un beso.
David, está bien que te hayas fiado de mi resumen, jaja.
Un abrazo.
Desde que pasamos a "ser" por lo que tenemos y no por lo que somos todo puede ser y suceder. Galeano, que podría ser mi padre,aunque el siempre trata de no decir la edad,jajajaja, cuenta cosas que yo ví y viví tal cual, y cuantas más cosas que no se tiraban y que siempre podían ser útiles a propios y ajenos. Se que vivir todo eso me ayudó y mucho cuando las distintas crisis. Como siempre, tus post son un disfrute estético. Tumblr, lo descubrí hace poco y me tiene encantada, ya me hice un blog ahí. Un beso.
Fio y yo también lo viví sin tener la edad de Galeano, por eso no sólo no me cuesta nada volver a ello sino que lo hago con toda la alegría.
Nunca me gustó tirar con cosas útiles y que todavía tienen "vida".
También hice cuenta en tumblr pero ya no sé ni como entrar en ella, jaja.
Besos.
Por la puerta,jajaja. Supongo que recuperando contraseña y usuario, no tires un Tumblr que siempre es útil.
Recuperé y entré, pero resulta que ya no recuerdo por qué sigo a ciertas páginas. No me gustan nada, jaja.
Besos, Fio. Buen domingo.
Si querés entrar te dejo mi link abanicodeseda.tumblr.com
Ya me viste, jaja.
Ahora me falta saber cómo funciona eso porque todavía no me metí a fondo. Puse cuatro fotos hace mucho tiempo y ahí quedó la cosa.
;-)
No te veo yo ahí.
¿No me ves guardando, reciclando y aprovechando cositas?, ay, si yo te contara...jajaja.
;-)
Ayer hice una rampa de cartón para Guillo en medio de una discusión con mi compañero del por qué acumulo tanta "basura" y volví a recordar que las luchas cotidianas se vuelven cada día más difíciles de sobrellevar.
Abrazo!
Parece la ley del péndulo, pasamos de un extremo a otro tan contentos. Yo soy partidario de exprimir la vida útil de las cosas. Por ejemplo, no tiro el dentífrico hasta haberle sacado la última dosis. Pues lo mismo con todo. Los recursos del planeta Tierra no son infinitos. Para desgracia de él la tontería humana sí que parece serlo. Veremos cómo se resuelve la contradicción aunque para entonces no sea yo quien lo cuente.
Saludos
Excelente la selección del ensayo de Galeano y muy buena la anécdota de Lula... Yo también estoy siempre de paso... A punto de partir sin irme... Y así y todo me sobra el 90 % de las cosas... Algún día...
El mismo Swift ya despotricaba contra el avance de las "necesidades". Se actualiza tu necesidad a la para de tu idiotez. Nos.
Un abrazo.
Me siento identificada; en parte.
Ningún extremo es bueno, lo malo es que ahora todo lo fabrican para romperse, lo cual te lleva a tener que caer en la trampa, mas por necesidad que por otra cosa....
Besos.
Yeka, resistir las luchas cotidianas es lo que nos hace pequeños héroes, pero si hiciste la rampa para Guillo, perfecto.
Besos.
Gatopando, si la escasez se impone, no hay mucho que pensar. Con lo de los tubos me recordaste que hace años, en un curso de grabado que impartía un cubano, se ponía negro al ver como malgastábamos la pintura de los tubos. Él iba con todo el cuidado, no sólo de ir apretando correctamente el tubo, sino de no echar ni una gota más de pintura de la que se iba a gastar. A eso iremos.
Saludos.
Pilar, hola, ya se me hace raro verte por aquí después de tanto tiempo, jaja.
Mientras estemos rodeados de cosas que nos sobran, no vamos tan mal.
Un beso.
Darío, tendríamos que hacer una lista de "necesidades necesarias" y veríamos qué queda realmente.
Besos.
Cheli, y también hay necesidades creadas por terceros, como el coche o el móvil. Todos dan por hecho que dispones de eso para el trabajo o lo que sea.
De la vida de los aparatos, mejor no hablar, jaja.
Besos.
Me ha encantado el texto! Se lo voy a pasar al Churri, que él sólo lee mi blog.
Y qué verdad es, yo recuerdo muchas cosas de las que cuenta.
Es curioso, pero cuanto mayor me hago, más me cuesta tirar las cosas que todavía sirven, y menos cosas quiero tener. Recuerdo que mi abuela decían que todo eso eran "trastos" (lo que en realidad no usabas pero almacenabas), y que mi abuelo decía "el que guarda cuando tiene, tiene cuando quiere". Dos visiones muy diferentes, pero tuvieron un matrimonio muy feliz y que duró "hasta que la muerte les separó".
Un beso, Blue!
Hola,Su ¡qué sorpresa!, jaja.
Tus abuelos eran complementarios. A ver si va a ser eso el secreto del éxito, la chispa, jaja.
Besos.
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