sábado, 23 de febrero de 2013

No y no.





No 
No es no, y hay una sola manera de decirlo. 
No. 
Sin admiración, ni interrogantes, ni puntos suspensivos. 
No, se dice de una sola manera. 
Es corto, rápido, monocorde, sobrio y escueto. 
No. 
Se dice una sola vez, 
No. 
Con la misma entonación, 
No. 
Como un disco rayado, 
No. 
Un No que necesita de una larga caminata o una reflexión en el jardín no es No. 
Un No que necesita de explicaciones y justificaciones, 
no es No. 
No, tiene la brevedad de un segundo. 
Es un No, para el otro porque ya lo fue para uno mismo. 
No es No, aquí y muy lejos de aquí. 
No, no me deja puertas abiertas ni entrampa con esperanzas, 
ni puede dejar de ser No, aunque el otro y el mundo 
se pongan patas arriba. 
No, es el último acto de dignidad. 
No, es el fin de un libro, sin más capítulos ni segundas partes. 
No, no se dice por carta, ni se dice con silencios, 
ni en voz baja, ni gritando, ni con la cabeza gacha, 
ni mirando hacia otro lado, ni con símbolos devueltos; 
ni con pena y menos aún con satisfacción. 
No es No, porque no. 
Cuando el No es No, se mirará a los ojos y el No se descolgará 
naturalmente de los labios. 
La voz del No, no es tremula, ni vacilante, ni agresiva y no deja duda alguna. 
Ese No, no es una negación del pasado, es una corrección del futuro. 
Y sólo quien sabe decir No puede decir Sí.



Hugo Finkelstein

sábado, 16 de febrero de 2013

De revoluciones




“En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa. Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí. Durante un tiempo me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver. Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable. Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El resultado fue inconformista. La novedad volvió a animarme, y mientras duró me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, lo que siempre había sido mi posición preferida. Pero al cabo de cierto tiempo la novedad dejó de ser tal y no quedó más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el armario en medio. Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista.

Pero al cabo de cierto tiempo… Ah, si no fuera por ese ‘cierto tiempo’. Para ser breve, el armario en medio también dejó de parecerme algo nuevo y extraordinario. Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar dichos límites. Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución. Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya intentado dormir en un armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de columna. Sí, esa era la decisión correcta. Un éxito, una victoria total. Ya que esta vez ‘cierto tiempo’ también se mostró impotente.

Al cabo de cierto tiempo, pues, no sólo no llegué a acostumbrarme al cambio —es decir, el cambio seguía siendo un cambio—, sino que, al contrario, cada vez era más consciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el tiempo. De modo que todo habría ido perfectamente a no ser por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una noche no aguanté más. Salí del armario y me metí en la cama. Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después puse el armario junto a la pared y la mesa en medio, porque el armario en medio me molestaba. Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario”.


La revolución, de Sławomir Mrożek.







Cambio el vídeo que había puesto, por el que se corresponde con el texto. 
Gracias, India. ;-) .



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jueves, 7 de febrero de 2013

O meu amor


          Mi manera de amarte es sencilla:
          te aprieto a mí
          como si hubiera un poco de justicia en mi corazón
          y yo te la pudiese dar con el cuerpo.



Amor (fragmento). Antonio Gamoneda







O meu amor se ti fores 
levame podendo ser 
eu teño de ir acabar 
onde ti fores morrer 


Eu hei de morrer cantando 
xa que chorando nacín 
as maravillas do mundo 
acabaron para min. 


O meu amor se ti fores 
levame podendo ser 
eu teño de ir acabar 
onde ti fores morrer