viernes, 29 de noviembre de 2013

Y ahora...





El presente, el instante mismo en que un hecho ocurre, el hecho en sí, se escabulle entre los pronósticos meteorológicos del día siguiente y las preocupaciones por el hijo de la prima de la nieta de mi vecina que se encuentra con problemas de drogadicción. Otras veces, cuando no tengo nada por lo que amargarme, me pregunto por qué he vivido siempre a destiempo. Eso siempre ha sido así y lo seguirá siendo pero en esos tiempos, entonces, ese día en que Ezequiel cebaba el mate y preparaba el café, mis pensamientos volvían siempre sobre lo mismo: lo que hubiese podido ser y nunca fui. En ese maremoto de ideas escondía el cambio, la necesidad de hacer algo al respecto. En el presente, ese presente que es ahora pasado, era la vida que no era; era la insulsa realidad llena de miserias y preguntas que evitaba y escondía, día tras día, bajo mil excusas.

Y ahora allí estaba, con el mismo hombre de hacía más de cuarenta años, en una casa que ya no sentía como propia, por muy familiar que fuera y aunque mi nombre figurara en el registro de propiedad y allí hubiesen crecido mis hijas. Una casa es la extensión de nuestro cuerpo. Cuenta con los instrumentos que nos ayudan a realizar las tareas que nuestro cuerpo no puede por sí solo. Y, si hasta mi cuerpo parecía estar separado de mí misma, ¿cómo no sentir que la extensión también se alejaba de quien yo fuera? Yo fuera. Afuera. Adentro había poco; casi todo quedaba afuera, distante, extraño. Todo empezaba a ser recuerdos. Quizá la vida fuera eso: la construcción permanente de recuerdos.


"Allí donde el viento espera". Maia Losch.






Felicidades, Maia




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viernes, 22 de noviembre de 2013

Villa Miseria

“Busca tu galpón y dime dónde está el galpón, cada quien que busque su galpón.
¡A buscar galpones, compadre! Hay mil, dos mil galpones abandonados en Caracas, vamos por ello que Chávez los expropiará y los pondrá a la orden del pueblo para construir viviendas dignas”.


 Hugo Chávez 


 En el año 1990 David Brillembourg, presidente del consorcio financiero venezolano Confinanzas, decidió levantar una torre en Caracas, un rascacielos de más de 40 pisos cuyas fachadas eran de vidrio, coronado por un helipuerto. Sería el tercer edificio más alto de Venezuela y el octavo de Latinoamérica.





 La muerte de Brillembourg en 1993 y la crisis bancaria de 1994 paralizaron las obras, que quedaron sin terminar, al 60% de su construcción. El rascacielos pasó entonces a manos del Estado, a través de la entidad Fogade. Esta la puso en subasta, pero no apareció oferta alguna. A partir del año 2000 empiezan los saqueos y la gente se va llevando vidrios y los marcos de carpintería para vender.

 El 17 de octubre de 2007, un grupo de unas 200 familias se organizaron e  invadieron la torre. “Lo que encontramos fue puro escombro, dormíamos ahí en medio, en una carpa en colchonetas. Todo lo que ves lo hemos hecho con estas manitas”, dice Dani Enrique, uno de los primeros en ocupar la torre.






 En junio de 2009 se registran como cooperativa habitacional (Casiques de Venezuela, R.L.)


Para vivienda se ocupan 26 plantas, las que corresponden con la parte más ancha del edificio, a las que se accede sin ascensor.

Sus 9 plantas de garaje disponen de servicio de mototaxi, que hace uso de las rampas para transportar a los vecinos hasta la planta cero. De allí hasta la 26 se desplazan por las escaleras, que aún hoy no disponen de ninguna barandilla.











Hoy, la llamada “favela vertical”, con 121.000 metros cuadrados, además del estacionamiento para coches dispone de bodega, librería, heladería, cybercafé, dos talleres de costura, cancha de baloncesto, peluquería y hasta una iglesia bautista.









 El pastor de la iglesia de la Torre es el propio jefe de la invasión y presidente de la cooperativa, Alexander Daza, conocido como “El Niño”. Él es la cabeza del grupo de 15 coordinadores que gestiona el edificio.

Las 200 familias iniciales son ahora 1.200 según el último censo elaborado por ellos mismos. Eso les obliga a una organización rigurosa, con una reunión semanal por planta, donde todo está regulado.



En los comienzos la ocupación fue caótica, hasta el punto de que los vecinos arrojaban la basura por la ventana. Solicitaron durante mucho tiempo el remate de las obras, pero lo único que consiguieron fue el abastecimiento de agua y energía eléctrica.

 Para el agua se las apañan con tres bombas por torre, una tubería y una manguera en cada planta.

 Como si se tratase de una urbanización, cada familia paga unos gastos mensuales de 150 bolívares por luz y vigilancia, que administra la cooperativa.
Además disponen de un delegado por planta y servicio de seguridad. La torre cuenta con caseta a la entrada que funciona día y noche y en la que entregan tarjetas numeradas a las visitas. 






 Ángela Bonadies dice que el edificio es “una metáfora del país” en la que “se puede ver el fracaso del capital y la industria privada; del Estado, como ente paternalista y populista; de la denominada revolución socialista, que solo produce caos y vacíos legales; de las iniciativas horizontales como las 'cooperativas' habitacionales porque en el espacio de la torre se reproducen todos los defectos de nuestro país: caciquismo, burocracia, dogmas de fe, juegos de poder, exclusión, violencia, precariedad sanitaria, etc”.














En 2012 recibe el León de Oro de la Bienal de Venecia en la sección de Arquitectura por ser “un símbolo del fracaso del neoliberalismo y de la autopromoción de los pobres” y que “con sus magníficos defectos, representa una oportunidad para reflexionar de nuevo sobre cómo creamos y promovemos las comunidades urbanas”.




Este premio recibe duras críticas en Venezuela, como la de Gerardo Zavarce, "Seleccionar un proyecto de este tipo para la Bienal es sacar de contexto la realidad venezolana, una especie de antropología que opera por una ficción, romántica, que adormece la visión de lo que nos sucede".

 En la misma línea, añade Bonades con burla:


“Los países subdesarrollados seguimos siendo lugares exóticos donde suceden cosas exóticas que generan interés internacional”.












 Blog con abundante información



Gracias, Genín.

domingo, 17 de noviembre de 2013

En flor cortado


Todo lo que me gustaría escribir aquí en memoria de Jorge Loira, poeta adolescente que acaba de morir, no es más que una paráfrasis de lo que, en ocasión semejante, escribió Rilke en su «Réquiem» en cuya segunda elegía lamenta la muerte anticipada, la muerte inesperada, de un poeta joven. Lo era Jorge Loira, natural de Bueu, en la ría de Pontevedra, estudiante de Psicología en Salamanca, y amigo mío." Se me acercó una vez; a ofrecerme el primer número de una de esas revistas de poesía que los jóvenes acometen con divina insensatez, y que en el mejor de los casos llegan al número dos. Se la compré. Me dijo entonces quién era, y de donde, y cómo su familia me conocía.
Nos hicimos amigos, y solía visitarme, en la misma Salamanca, en ese rincón de la plaza Mayor donde todos los mediodías establezco relación noticiosa con ese disparate llamado mundo y me tomo ese café con leche que tengo tan prohibido. Me acompañaba, y hablábamos de poesía. Conocía bastante bien la española, muy imperfectamente la extranjera; Me cuidé de guiarle, de aconsejarle lecturas. Así llegó a conocer, en poco tiempo, a alguno de los grandes de este siglo, Rilke, Pessoa, Elliot, Pound. «El cementerio marino» le interesó hondamente, hasta el punto de traerme un día un poema que en él se inspiraba. Discernía con buen tino, pero ponía especial cuidado en no dejarse arrebatar, es decir, en no caer en imitaciones fáciles, sino que procuraba mantener su personalidad independiente. Estaba en ese momento de la vida, escaso de duración, luminoso como ninguno, en que lo mismo que se pasan las capas de la cebolla, el pasar las de la realidad y descubrir detrás de cada una un mundo, le arrancaba entusiasmos. Contenía su corazón briosos gérmenes, y su cabeza ideas acertadas: También la muerte, pues según el diagnóstico, fue un azar de juegos marineros lo que puso en movimiento la que llevaba desde el instante mismo de nacer. No la vivió como tal (no había llegado aún a lo de Rilke), pero fue, sin disputa, la suya, la que esperaba agazapada, en un cuajaron del cerebro. Lo voy a echar de menos, estas mañanas de invierno que se acercan, en mi rincón de la plaza Mayor, y no deja de ser posible, sino casi seguro, que un puesto distinguido, en la historia de la poesía española, haya quedado vacante: «antes de tiempo y casi en flor cortado». En ese verso está dicho para siempre y nadie logrará mejorarlo.

Gonzalo Torrente Ballester
ABC (Madrid) - 04/09/1982


Jorge Loira retratado por  Pousseu


En memoria de Jorge Loira, un primo político al que no llegué a conocer.






lunes, 11 de noviembre de 2013

Ramos de veranera



Tu llegarás oliendo a madrugada
a musgo y a camino.
Traerás aún hojas desconocidas
enredadas al pelo.
Y no estarás cansado.
Pero yo besaré
tus ojos de cóndor
hasta secar la última lágrima,
la última gota de sangre,
y con ramos de veranera y de bellísima
limpiaré la pólvora
que aún quede entre tus manos.

 
"Cantos de cuna y de batalla". Virginia Grütter Jiménez




THE FIDDLE AND THE DRUM. A Perfect Circle.

And so once again
My dear Johnny my dear friend.
And so once again you are fighting us all.
And when I ask you why
You raise your sticks and cry, and I fall.
Oh, my friend
How did you come
To trade the fiddle for the drum?

You say I have turned
Like the enemies you've earned.
But I can remember
All the good things you are.
And so I ask you please
Can I help you find the peace and the star.
Oh, my friend
What time is this
To trade the handshake for the fist?

And so once again
Oh, America my friend
And so once again
You are fighting us all
And when we ask you why
You raise your sticks and cry and we fall.
Oh, my friend
How did you come
To trade the fiddle for the drum?

You say we have turned
Like the enemies you've earned.
But we can remember
All the good things you are.
And so we ask you please
Can we help you find the peace and the star.
Oh my friend
We have all come
To fear the beating of your drum.