jueves, 31 de octubre de 2013

Hay días...

 
Zach Dougherty


Hay días que son como espacios
 preparados 
para que todo
 duela.


Roberto Juarroz.





GRACE. Jeff Buckley


There's the moon asking to stay
long enough for the clouds to fly me away
well it's my time coming, i'm not afraid to die
My fading voice sings of love, but she cries to the clicking of time,
oh, time. wait in the fire...
and she weeps on my arm
walking to the bright lights in sorrow
oh drink a bit of wine we both might go tomorrow
oh my love...
and the rain is falling and i believe my time has come
it reminds me of the pain i might leave behind... wait in the fire
and i feel them drown my name
so easy to know and forget with this kiss
i'm not afraid to go but it goes so slow...


miércoles, 23 de octubre de 2013

Historia con historia.

Cuando uno oye hablar por primera vez del imperio austro-húngaro en las películas de Berlanga, quiere decir que algo va mal. Sí, puedo reconocer y reconozco que  mis conocimientos sobre Historia son escasos; y no solo eso, lo peor es que pasa el tiempo y no hago nada para mejorarlos. Pero no pienso echarme la culpa a mí, que por algo soy "de ciencias", sino a los profesores, y más en concreto a una que menguó el poco interés que ya tenía por esa asignatura que para mí siempre quedará pendiente.


"Mi" instituto, hoy.

3º de BUP. Una clase de las revoltosas, pero con buenos resultados académicos, de esas que a los profesores resultan incómodas, porque acaban por rendirse a los resultados y pasan por alto comportamientos que  en otras circunstancias no pasarían.

 Empieza el curso y llama mi atención un alumno que no conocía de antes con el que conecto desde el primer momento. Tenía un apellido de esos raros que nunca más volví a oír y, como suele suceder, tanto profesores como alumnos lo llamábamos por él. Pero ya que siempre me pidió que lo llamara por su nombre y nunca lo hice, voy a hacerlo ahora: Juan. A los pocos días de clase, risas que vienen y van como las ondiñas de la canción, le pido que se cambie de sitio (estaba demasiado lejos) y se coloque delante de mí. Ahora no sé si el asiento estaba vacío o "desplacé" a alguien que no recuerdo, pero lo cierto es que no se lo pensó mucho, así lo hizo y así seguimos el resto del curso.

La presentación de  la profesora de Historia la recuerdo bien. Llegó a clase como una intrusa, sí, parecía que se había equivocado de edificio y entraba en el instituto por equivocación. Su vestimenta resultaba ligeramente sospechosa. En aquella época, de transición,  había dos grupos de vestimentas, dos looks, el emergente tipo progre, de pantalón vaquero, jersey cuello cisne y botas; y el saliente, el de profesora del régimen,  con bata blanca tipo laboratorio. Los dos convivían en armonía, pero ella no respondía a ninguno, bajita tirando a rellena, falda tubo, zapato de medio tacón, en resumen, lo que para aquella época sería un ama de casa tipo. La idea previa que nos sugirió su aspecto se redondeó después de su confesión. Nos contó que era maestra y no sabía mucho de la asignatura, pero que haría lo posible para enseñarnos, o dicho de otra manera, para que no lo notásemos.


Un aula, hoy.

La entrada de un profesor en el aula el primer día de clase se parece a la de un toro en la plaza. Se hace el silencio y todos observan con atención sus movimientos, sus miradas, sus primeras palabras. Los más atrevidos salen al coso con  la muleta para ver cómo entra, si embiste bien o recula, si tiene fijeza, si cojea...Pues bien, si nos atenemos a este primer análisis en aquel momento hubiéramos sacado los cabestros y devuelto el toro a los corrales.

Creo que ese día valoramos su sinceridad, pero con el tiempo poco más que eso.

Sus clases no se puede decir que fueran  aburridas porque hacíamos lo que queríamos. Como no sabía explicar ni tenía ganas, daba instrucciones del tipo "abrid el libro en la página X y subrayad lo más importante". Ese subrayado de lo más importante no consumía más de 10 minutos, así que al poco rato de empezar la clase cada uno se buscaba un entretenimiento, que podía ser reír, hablar de cualquier cosa, fumar o todo junto y más. Juan se  giraba hacia mi asiento, y así, un Ducados tras otro y hablando de lo que surgiera, se nos pasaba la clase. Si la profesora notaba que el barullo amenazaba la tranquilidad de las aulas más próximas, nos daba un grito, nosotros rectificábamos la postura y  volvíamos un par de minutos a subrayar lo subrayado.


El curso avanzaba y la clase se iba estropeando día a día. Pablo V. empezó a fumarse puros. Decía que era un comunista  burgués y eso, lo segundo, le permitía hacer estas cosas, pero lo cierto es que le excitaba poner a prueba la elasticidad de la profesora, retarla.


 Habíamos tenido la suerte el curso anterior, de tener una buena profesora de una asignatura que en aquel entonces  se llamaba Geografía Económica. Con ella aprendí la diferencia entre un trust y un holding, y alguna que otra cosita que ya me permitía debatir con aire serio con mi padre. No llegaba muy lejos porque siempre me espetaba aquello de que "sí, pero se nota que te falta experiencia", pero al menos ya podía aportar algo de mis frescos conocimientos a la conversación. El recuerdo todavía cercano de esa profesora y la sensación de andar para atrás, de desaprender,  no acabábamos de aceptarlo bien. Y eso unido a un trato de colegiales al que no estábamos acostumbrados y ella sí, no nos hacía la clase  soportable.

Un día, antes de empezar un examen con ella, Juan aparece eufórico y me dice que le entran ganas de hacer algo, que va a hacer algo. Yo me entrego al examen y me limito a vomitar lo que había embutido un día antes en casa, y rematado una hora antes en la cafetería "As Cobas". Cuando salimos del examen Juan me cuenta que contestó a las preguntas como si radiara un partido de fútbol entre el reino de Castilla y el de Aragón. Me contó los pases, los goles y todos los pormenores del arbitraje. Era un alumno brillante, le encantaba la Historia y sabía perfectamente qué tenía que contestar, pero se permitió esa licencia sabiendo que el curso no lo iba a suspender.



Cafetería "As Cobas" (todavía existe y resiste)

La aventura tuvo consecuencias, claro. Uno o dos días después vino el director a buscarlo para hablar con él fuera del aula. Desapareció media mañana en la que tuvo que aguantar sin reír la relectura de su propio examen y una amenaza de expulsión que al final quedó en nada. La bronca no quedó ahí y también la vino a echar al resto de la clase para que nos quedara claro que ese tipo de atrevimientos nos podían salir caros.

La verdad es que no hicimos mucho caso y, aunque no hubo arrebatos como el de Juan, seguimos tan alborotados o más que al principio.
Ella  iba perdiendo la paciencia con nosotros y cada vez nos reñía más, pero nosotros sabíamos que la situación ya la tenía desbordada y era incapaz de enderezar la lidia, perdón, el curso.

La bibilioteca que antes no existía.

Un día, ya desesperada, se hartó de valor, se levantó (solía permanecer sentada toda la clase), se dirigió al centro de la tarima y desde allí nos echó el discurso definitivo, un discurso que terminó en súplica: quería que le dijéramos cuál era el problema, por qué con ella teníamos ese comportamiento. Hubo risitas nerviosas, un ligero barullo y todos miramos para otro lado, como si no tuviéramos nada que ver con el asunto. "Quiero hablar" dice desde atrás Luis, primo de Pablo, el de los puros. Todos nos giramos sorprendidos porque Luis no intervenía jamás en clase. Era otro alumno brillante, pero de los que pasan totalmente desapercibidos, así que esperamos en silencio su intervención. La profesora, con más cara de sorprendida que nosotros, le dio la palabra. No lo pensó mucho, era de los que no malgastaba palabras, así que fue al grano: "Nosotros no tenemos ningún problema, aquí el único problema es usted".

A la profesora se le desencajó la cara y nosotros no sabíamos dónde meternos. No supo qué contestar y quedó azorada como si Luis la hubiera desnudado a la vista de todos. Su gesto fue tan expresivo y nos dio tanta pena que la dejamos "evolucionar" sin apenas mirar para ella. Se fue a sentar otra vez como el toro cuando se va a las tablas, dolorida. 
Silencio.
A partir de aquel día hubo una especie de entendimiento tácito por el cual ella dejaba de gritarnos y nosotros de torearla. Y creo recordar que terminamos en paz.



La misma verja, distinto edificio.

Nunca más supe de ella ni consigo recordar su nombre, pero los verdaderos protagonistas de esta historia siguen ahí. Hace unos años me reencontré casualmente con Juan y recordamos esa y otras anécdotas. Él recordaba su nombre, a mi se me olvidó otra vez. Las cosas no habían salido como él quería en el aspecto personal y profesional, y me confesó que su  ilusión era haber sido profesor de instituto. Pabló acabó el bachillerato y se fue a Brasil, donde ejerce como médico. Antes de irse nos dimos un paseo por los alrededores de la ciudad en su Mercedes "burgués". No hubo puros porque no fumaba. Con Luis mantuve contacto por carta un par de años más y poco a poco se fue diluyendo en el tiempo.

Aún no distingo el norte de Corea de Corea del Norte porque me pierdo entre fechas, mapas y fechorías, pero nada me cuesta  recordar historias como esta, pequeñas pero vividas.



Dedicado a Frankie, para que nunca máis  me riña por hacer entradas "minimalistas".  ;-)









martes, 15 de octubre de 2013

Pánico


Hombre con pánico, a mediodía de Pablo Capitán del Río


..... El amor dura lo que dura el pánico. 
Cuando ya estás seguro de que te ama y te tranquilizas,
                                                 el amor comienza a decaer.





sábado, 5 de octubre de 2013

No: devagar



No: devagar.

Devagar, porque no sé
A donde quiero ir.
Hay entre mí y mis pasos
Una divergencia instintiva.
Hay entre quien soy y estoy
Una diferencia de verbo
Que corresponde a la realidad.

Devagar...

Sí, devagar...
Quiero pensar en qué quiere decir
Este devagar...
Tal vez el mundo exterior tenga
demasiada prisa.
Tal vez el alma vulgar quiera llegar 
más pronto.
Tal vez la impresión del momento
esté muy próxima...

Tal vez todo eso...

Pero lo que me preocupa es esta 
palabra devagar...
¿Qué es lo que hay que hacer devagar?
Quizás sea el universo...
La verdad manda Dios que se diga.
Pero ¿alguien le escuchó eso a Dios?





¿Cómo se olvida a alguien que se ama?


¿Cómo se olvida a alguien que nos hace falta y nos cuesta más recordar que vivir?

¿Cómo se hace cuando alguien se va de repente?
Cuando alguien muere, cuando alguien se separa ¿cómo se hace cuando la persona que se necesita ya no está?

Las personas tienen que morir; los amores, acabar. Las personas tienen que irse, los sitios tienen que alejarse unos de otros, los tiempos tienen que cambiar, sí, pero ¿cómo se hace? ¿Cómo se olvida?


Devagar, é preciso esquecer devagar .








Al hilo de un poema de Darío en Nido de Serpientes y una conversación con Mariajesús, me permití hacer esta traducción caprichosa de dos textos para explicar el significado de la palabra "devagar" sin traducirla: despacio.

"Donde sólo habrá llanto y rechinar de dientes" también se puede escribir devagariño y con furia. 


Gracias, Darío.