Todos los hombres tienen un cáncer que los roe, un
excremento diario, un mal a plazo fijo: su insatisfacción; el punto
de choque entre su ser real, esquelético, y la infinita complejidad de la vida.
Y todos, tarde o temprano, lo advierten.
En cada uno habrá que indagar, imaginar, el lento
advertirlo o el fulmíneo intuir.
Casi todos -parece- rastrean en la infancia los signos
del horror adulto. Indagar en este vivero de descubrimientos retrospectivos, de
pavores, en este angustioso hallarse prefigurados en gestos y palabras
irreparables de la infancia. Las Florecillas del Diablo.
Contemplar sin tregua este horror: lo que ha
sido, será.
Cesare
Pavese