domingo, 29 de diciembre de 2013

Sin garantías







1. Ríase con la boca abierta. Reflexione un poco, eche la vista atrás y dígame que no es para reírse: el anuncio de la Lotería, el de Campofrío; el ministro del Interior encomendándose a la Virgen; el ministro de Justicia encomendándose a la Virgen; la ministra de Trabajo encomendándose a la Virgen; los de UGT comiendo gambas y falsificando maletines en China; un señor del PSOE —que estaba presente cuando metían a los animales en el Arca— hablando de «renovación»; un político del PP haciéndose fotografías con los cojones de un ciervo en la cabeza; más señores del PP haciéndose fotos brazo en alto (en la clásica posición de «¡taxi!»); eurodiputados votando en contra de volar en turista (¿ven como no es tan difícil lograr el consenso en política?); diputados del PNV y CIU votando junto al PP una ley que permite que los guardias de seguridad de Zara e Intimissimi (o los de Desigual) investiguen altercados callejeros, le registren, le identifiquen y le den dos hostias (si es menester); banderas, banderas y más banderas; gente que se llaman «nazis» los unos a los otros día sí y día también; tertulianos expertos en actividades sísmicas, radiactividad, política, orquestas de verbena
   [...]

2. Lea un poco, aunque sean las etiquetas del Súper. Así no comprará más pan Bimbo caducado. Lleve siempre un libro encima:
1) le ayudará a evitar conversaciones indeseadas 
2) le conferirá un aura de intelectual (procure que no sea la biografía de Zapatero
3) sentirá usted que posee algo 
4) en caso de emergencia siempre puede leerlo. 
  
[...]



3. Hable con desconocidos (salte al consejo cuatro si no es mayor de edad). Los desconocidos son una gran fuente de sabiduría, especialmente si uno los conoce en bares a altas horas de la noche. 
[...] En general, los colectivos reaccionan muy bien a las excentricidades, así que es bastante probable que se convierta en alguien popular, amado y respetado, como Bimba Bosé o Cayo Lara. Cuando haya alcanzado ese estatus puede abrir un blog, una cuenta de Instagram o de Twitter. Piense que las mujeres sin tabúes, los machos de verdad e iFilosofía son estrellas en ciernes y que si no puede usted ser popular en la vida real siempre le quedarán las redes sociales. Y recuerde: en Twitter puede ser usted el/la desconocido/a más popular del mundo. Y ES GRATIS.

4. Vaya a todas las reuniones de vecinos y haga propuestas absurdas. Por ejemplo, proponga (enfurecido) que un cura vaya rellano por rellano echando agua bendita porque se oyen voces y alguna vez hasta ha escuchado claramente el Ave Satanis de Jerry Goldsmith. Añada —murmurando y con la mirada perdida—: «Satán habita en esta comunidad». Mencione en voz muy alta a Iker Jiménez si es necesario. Las reuniones de vecinos son muy aburridas, estamos en 2014 y discutir sobre si se debe (o no) pintar la fachada es un auténtico coñazo. Es su hora de innovar y convertir su edificio en un delirante guirigay.
[... ]

5. Si tiene un amigo gilipollas, ahora es el momento de dejarlo. Sí, todos tenemos uno de esos: el listillo, el comediante de medio pelo, el que le guiña el ojo a todo el mundo, el que hace cinco triatlones al mes. En 2014 líbrese de él. Confíeselo, ya no lo soporta más pero es usted buena persona y tiende a sentirse culpable y a mezclar eso con una extraña concepción de la responsabilidad. Por eso aunque no le llamen, sigue usted llamando, organizando cenas y fingiendo que le hace ilusión. Con un sencillo consejo puede usted empezar el año libre de polvo y paja: conviértase en un excéntrico. Cuando quede con su amigo, el gilipollas, háblele de lo mucho que le preocupa el tráfico de escabeche y la bajada cualitativa del semen de los monos de Sumatra. Cuando haya más personas presentes sea más discreto, tráigale una copa y dígale al oído: «Esta noche han entrado en España mil barriles de escabeche. Flipa». Se trata de minar su moral, convertirlo en un paranoico. Cuando él, finalmente, entre al trapo, finja que no sabe de qué le está hablando. Si lo hace usted bien en tres meses se producirá un cambio de roles: de repente el gilipollas será usted y tendrá la sartén por el mango.
[...]

6. Invente excusas originales, mienta con elegancia. La verdad está sobrevalorada, todos lo sabemos. El ejemplo más clásico es cuando alguien a quien no le importamos un pito nos dice «¿cómo estás?». La respuesta de cortesía es «bien, gracias». Lo que deberíamos contestarle es «pues mal, ayer discutí con mi pareja, tenemos problemas de pasta, al niño le han pillado vendiendo heroína en el parque y la niña le ha arrancado los ojos al hámster. ¿Me puedes dejar mil euros?». Y la respuesta auténtica, la verdad: «¿Y a ti qué cojones te importa si no me conoces de nada?».
[...]

7. Vea cine en el cine. A menos que tenga una pantalla de ocho mil pulgadas. Entonces puede quedarse en casa.

Aportación de David: Vea cine en el cine, pero solo cine español, y cada 10 minutos diga a grito en alza "esta película es mía también porque yo la he subvencionado". Pero si no aguanta el cine español, cada 10 minutos en su sesión hollywoodiense grite: "Buñuel, Buñuel, ¿por qué nos has abandonado?" Cambie el nombre del director en cada grito, pero evitando siempre el nombre de directores americanos (no, tampoco valen los que emigraron a jolibú)".

8. Dedique más horas al sexo. Lo demás es problema suyo. Nada de niños, ni cadáveres, ni animales. Puede usted mantener relaciones sexuales con muebles si así lo desea. Chupe, huela, pellizque, lama y muerda. Y encienda la luz, coño.

9. Vaya a Bankia y pida un préstamo personal de diez millones de euros. Póngase su mejor traje (si no lo tiene, lo alquila), hágase con un maletín y diríjase a la oficina de Bankia más cercana (la reconocerá por los carteles con la cara de Heidi o Marco —hay que ser miserable para venderte algo con esos dos—) y pregunte por el director. Una vez en su despacho diga que necesita pedir un préstamo personal. El director sacará unos documentos y empezará a tomar notas. «Necesito diez millones de euros», le soltará usted. Verá como el hombre (o mujer) sufre un cambio sustancial de actitud. Usted aún no lo sabe pero él está valorando qué clase de persona tiene delante. «¿Para qué lo quiero? Putas y cocaína», añadirá antes de que él/ella tenga tiempo de preguntarle. (Si es usted mujer cambie putas por «gigolós» y «cocaína» por «MDMA» y tan ricamente). A partir de aquí los hechos se precipitarán. Él/ella le pedirá que se vaya de su despacho. Usted abrirá el maletín y sacará unos Intervius y dirá que tiene avales. Un señor de seguridad le agarrará por las axilas y es entonces cuando usted abandonará el banco haciendo aspavientos y levantando la voz. «¿Y mis putas? ¿Mi cocaína?» (versión femenina: «¿Mis gigolós? ¿mi MDMA?»). Una vez en la calle quéjese de las preferentes, busque el apoyo popular. Qué cojones, reivindíquese: estos ladrones nos han robado treinta mil kilos, así que usted quiere señoritas/itos de moral laxa y un par de kilos de droga, que se los den y punto. Eso sí, luego no sea tacaño e invite a los amigos/as. Si llama usted a Jot Down le darán mi teléfono: acuérdese también de mí.


10. Piense mal. Si modera usted las expectativas y piensa que todos/as los/as que le rodean son unos completos imbéciles verá que su vida se vuelve especialmente luminosa. Muchos/as le sorprenderán, puede que se enamore, que su vecino se revele como un tipo estupendo, que la cajera del Lidl le sonría en lugar de mirarle/la con cara de asco (Nota: este comentario debe estudiarse en un contexto humorístico y en ningún modo implica que todas las cajeras del Lidl miren a todos los clientes con cara de asco —aunque sí a algunos, especialmente los lunes—). Si es usted pesimista y no espera nada de nadie es posible que 2014 sea un año fantástico. Si por el contrario prefiere sonreír como un idiota y abrazar hasta a las farolas la humanidad le consumirá como las llamas del infierno y acabará en una habitación acolchada hablando con un amigo imaginario llamado Ismael. Desconfíe y sea feliz.




       "Decálogo inútil para afrontar sin garantías el 2014" (completo). Toni García Ramón.








Feliz Año a todos.


domingo, 15 de diciembre de 2013

Alma





Te lo aviso:
tengo un alma
y está cargada.

Tito Muñoz.




SHOOT ME DOWN.  Nick Cave


An old sentimental night
you roll me at your sides
you shot me down
Though I had no enemy here
you get me very near and shoot me down
shoot me down
your hands they flutter up
-?-
and shoot me down... in flames

Stand back baby, stand back and let me breathe
I think I must be filin' outta here
I can hear the grass grow
I can hear the melting snow
I can feel your breath against my ear
I might just disappear
Yeah, wouldn't that be nice?
Yeah, wouldn't that be nice?
Well, wouldn't that be nice?

I look into your eyes
it comes as no great surprise
you're gonna shoot me down
shoot me down
I know that when you smile
it'll only be a short little while
Shoot me down... in flames

Shoot me down
in flames
Shoot me down
in flames
you're gonna shoot me down
oh, in flames
shoot me down, shoot me down
in flames
shoot me down in flames
shoot me down in flames
shoot me down in flames





Armas hechas en prisión


Llave-pistola usada por guardas del siglo XVII para defenderse ante una agresión de los presos.

Hecha con las patas de una cama, funciona con una pila AA

Espada oculta en crucifijo.


Fabricada en el taller de metal de prisión


sábado, 7 de diciembre de 2013

Trayectos de escultor





El desamor, por mi experiencia y observación - por mis anotaciones en un cuadernucho que compré en una tienda de productos étnicos- empieza por ser una masa informe, cuya forma final, el potencial desamado presente,  no acepta; y  va cambiando con trayectos de escultor con la esperanza de convertirse en otro objeto cualquiera  como una jarrita inofensiva o un centro de mesa mustio. 

El tiempo no ayuda porque cuece este tipo de masas, contribuyendo a su solidificación. 

Además -esto según mi experiencia, mi observación personal y mis anotaciones en el cuadernucho, claro, claro: lejos de mi intención estar aquí para dictar leyes sobre el asunto-, la masa del desamor tiene una hija-de-puta de una especie de memoria intrínseca de la forma definitiva que debe tomar, que la hace caminar hacia ella con tanta convicción, que el desamado, que aún no lo es, no se librará de serlo por más que la intente moldear con manos sutiles o, en un estadio más avanzado de solidificación, desbastar a martillazos.


"Uma história de desamor treze vezes". António Gregório






Ron Mueck y su "Spooning Couple"


viernes, 29 de noviembre de 2013

Y ahora...





El presente, el instante mismo en que un hecho ocurre, el hecho en sí, se escabulle entre los pronósticos meteorológicos del día siguiente y las preocupaciones por el hijo de la prima de la nieta de mi vecina que se encuentra con problemas de drogadicción. Otras veces, cuando no tengo nada por lo que amargarme, me pregunto por qué he vivido siempre a destiempo. Eso siempre ha sido así y lo seguirá siendo pero en esos tiempos, entonces, ese día en que Ezequiel cebaba el mate y preparaba el café, mis pensamientos volvían siempre sobre lo mismo: lo que hubiese podido ser y nunca fui. En ese maremoto de ideas escondía el cambio, la necesidad de hacer algo al respecto. En el presente, ese presente que es ahora pasado, era la vida que no era; era la insulsa realidad llena de miserias y preguntas que evitaba y escondía, día tras día, bajo mil excusas.

Y ahora allí estaba, con el mismo hombre de hacía más de cuarenta años, en una casa que ya no sentía como propia, por muy familiar que fuera y aunque mi nombre figurara en el registro de propiedad y allí hubiesen crecido mis hijas. Una casa es la extensión de nuestro cuerpo. Cuenta con los instrumentos que nos ayudan a realizar las tareas que nuestro cuerpo no puede por sí solo. Y, si hasta mi cuerpo parecía estar separado de mí misma, ¿cómo no sentir que la extensión también se alejaba de quien yo fuera? Yo fuera. Afuera. Adentro había poco; casi todo quedaba afuera, distante, extraño. Todo empezaba a ser recuerdos. Quizá la vida fuera eso: la construcción permanente de recuerdos.


"Allí donde el viento espera". Maia Losch.






Felicidades, Maia




.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Villa Miseria

“Busca tu galpón y dime dónde está el galpón, cada quien que busque su galpón.
¡A buscar galpones, compadre! Hay mil, dos mil galpones abandonados en Caracas, vamos por ello que Chávez los expropiará y los pondrá a la orden del pueblo para construir viviendas dignas”.


 Hugo Chávez 


 En el año 1990 David Brillembourg, presidente del consorcio financiero venezolano Confinanzas, decidió levantar una torre en Caracas, un rascacielos de más de 40 pisos cuyas fachadas eran de vidrio, coronado por un helipuerto. Sería el tercer edificio más alto de Venezuela y el octavo de Latinoamérica.





 La muerte de Brillembourg en 1993 y la crisis bancaria de 1994 paralizaron las obras, que quedaron sin terminar, al 60% de su construcción. El rascacielos pasó entonces a manos del Estado, a través de la entidad Fogade. Esta la puso en subasta, pero no apareció oferta alguna. A partir del año 2000 empiezan los saqueos y la gente se va llevando vidrios y los marcos de carpintería para vender.

 El 17 de octubre de 2007, un grupo de unas 200 familias se organizaron e  invadieron la torre. “Lo que encontramos fue puro escombro, dormíamos ahí en medio, en una carpa en colchonetas. Todo lo que ves lo hemos hecho con estas manitas”, dice Dani Enrique, uno de los primeros en ocupar la torre.






 En junio de 2009 se registran como cooperativa habitacional (Casiques de Venezuela, R.L.)


Para vivienda se ocupan 26 plantas, las que corresponden con la parte más ancha del edificio, a las que se accede sin ascensor.

Sus 9 plantas de garaje disponen de servicio de mototaxi, que hace uso de las rampas para transportar a los vecinos hasta la planta cero. De allí hasta la 26 se desplazan por las escaleras, que aún hoy no disponen de ninguna barandilla.











Hoy, la llamada “favela vertical”, con 121.000 metros cuadrados, además del estacionamiento para coches dispone de bodega, librería, heladería, cybercafé, dos talleres de costura, cancha de baloncesto, peluquería y hasta una iglesia bautista.









 El pastor de la iglesia de la Torre es el propio jefe de la invasión y presidente de la cooperativa, Alexander Daza, conocido como “El Niño”. Él es la cabeza del grupo de 15 coordinadores que gestiona el edificio.

Las 200 familias iniciales son ahora 1.200 según el último censo elaborado por ellos mismos. Eso les obliga a una organización rigurosa, con una reunión semanal por planta, donde todo está regulado.



En los comienzos la ocupación fue caótica, hasta el punto de que los vecinos arrojaban la basura por la ventana. Solicitaron durante mucho tiempo el remate de las obras, pero lo único que consiguieron fue el abastecimiento de agua y energía eléctrica.

 Para el agua se las apañan con tres bombas por torre, una tubería y una manguera en cada planta.

 Como si se tratase de una urbanización, cada familia paga unos gastos mensuales de 150 bolívares por luz y vigilancia, que administra la cooperativa.
Además disponen de un delegado por planta y servicio de seguridad. La torre cuenta con caseta a la entrada que funciona día y noche y en la que entregan tarjetas numeradas a las visitas. 






 Ángela Bonadies dice que el edificio es “una metáfora del país” en la que “se puede ver el fracaso del capital y la industria privada; del Estado, como ente paternalista y populista; de la denominada revolución socialista, que solo produce caos y vacíos legales; de las iniciativas horizontales como las 'cooperativas' habitacionales porque en el espacio de la torre se reproducen todos los defectos de nuestro país: caciquismo, burocracia, dogmas de fe, juegos de poder, exclusión, violencia, precariedad sanitaria, etc”.














En 2012 recibe el León de Oro de la Bienal de Venecia en la sección de Arquitectura por ser “un símbolo del fracaso del neoliberalismo y de la autopromoción de los pobres” y que “con sus magníficos defectos, representa una oportunidad para reflexionar de nuevo sobre cómo creamos y promovemos las comunidades urbanas”.




Este premio recibe duras críticas en Venezuela, como la de Gerardo Zavarce, "Seleccionar un proyecto de este tipo para la Bienal es sacar de contexto la realidad venezolana, una especie de antropología que opera por una ficción, romántica, que adormece la visión de lo que nos sucede".

 En la misma línea, añade Bonades con burla:


“Los países subdesarrollados seguimos siendo lugares exóticos donde suceden cosas exóticas que generan interés internacional”.












 Blog con abundante información



Gracias, Genín.

domingo, 17 de noviembre de 2013

En flor cortado


Todo lo que me gustaría escribir aquí en memoria de Jorge Loira, poeta adolescente que acaba de morir, no es más que una paráfrasis de lo que, en ocasión semejante, escribió Rilke en su «Réquiem» en cuya segunda elegía lamenta la muerte anticipada, la muerte inesperada, de un poeta joven. Lo era Jorge Loira, natural de Bueu, en la ría de Pontevedra, estudiante de Psicología en Salamanca, y amigo mío." Se me acercó una vez; a ofrecerme el primer número de una de esas revistas de poesía que los jóvenes acometen con divina insensatez, y que en el mejor de los casos llegan al número dos. Se la compré. Me dijo entonces quién era, y de donde, y cómo su familia me conocía.
Nos hicimos amigos, y solía visitarme, en la misma Salamanca, en ese rincón de la plaza Mayor donde todos los mediodías establezco relación noticiosa con ese disparate llamado mundo y me tomo ese café con leche que tengo tan prohibido. Me acompañaba, y hablábamos de poesía. Conocía bastante bien la española, muy imperfectamente la extranjera; Me cuidé de guiarle, de aconsejarle lecturas. Así llegó a conocer, en poco tiempo, a alguno de los grandes de este siglo, Rilke, Pessoa, Elliot, Pound. «El cementerio marino» le interesó hondamente, hasta el punto de traerme un día un poema que en él se inspiraba. Discernía con buen tino, pero ponía especial cuidado en no dejarse arrebatar, es decir, en no caer en imitaciones fáciles, sino que procuraba mantener su personalidad independiente. Estaba en ese momento de la vida, escaso de duración, luminoso como ninguno, en que lo mismo que se pasan las capas de la cebolla, el pasar las de la realidad y descubrir detrás de cada una un mundo, le arrancaba entusiasmos. Contenía su corazón briosos gérmenes, y su cabeza ideas acertadas: También la muerte, pues según el diagnóstico, fue un azar de juegos marineros lo que puso en movimiento la que llevaba desde el instante mismo de nacer. No la vivió como tal (no había llegado aún a lo de Rilke), pero fue, sin disputa, la suya, la que esperaba agazapada, en un cuajaron del cerebro. Lo voy a echar de menos, estas mañanas de invierno que se acercan, en mi rincón de la plaza Mayor, y no deja de ser posible, sino casi seguro, que un puesto distinguido, en la historia de la poesía española, haya quedado vacante: «antes de tiempo y casi en flor cortado». En ese verso está dicho para siempre y nadie logrará mejorarlo.

Gonzalo Torrente Ballester
ABC (Madrid) - 04/09/1982


Jorge Loira retratado por  Pousseu


En memoria de Jorge Loira, un primo político al que no llegué a conocer.






lunes, 11 de noviembre de 2013

Ramos de veranera



Tu llegarás oliendo a madrugada
a musgo y a camino.
Traerás aún hojas desconocidas
enredadas al pelo.
Y no estarás cansado.
Pero yo besaré
tus ojos de cóndor
hasta secar la última lágrima,
la última gota de sangre,
y con ramos de veranera y de bellísima
limpiaré la pólvora
que aún quede entre tus manos.

 
"Cantos de cuna y de batalla". Virginia Grütter Jiménez




THE FIDDLE AND THE DRUM. A Perfect Circle.

And so once again
My dear Johnny my dear friend.
And so once again you are fighting us all.
And when I ask you why
You raise your sticks and cry, and I fall.
Oh, my friend
How did you come
To trade the fiddle for the drum?

You say I have turned
Like the enemies you've earned.
But I can remember
All the good things you are.
And so I ask you please
Can I help you find the peace and the star.
Oh, my friend
What time is this
To trade the handshake for the fist?

And so once again
Oh, America my friend
And so once again
You are fighting us all
And when we ask you why
You raise your sticks and cry and we fall.
Oh, my friend
How did you come
To trade the fiddle for the drum?

You say we have turned
Like the enemies you've earned.
But we can remember
All the good things you are.
And so we ask you please
Can we help you find the peace and the star.
Oh my friend
We have all come
To fear the beating of your drum.


jueves, 31 de octubre de 2013

Hay días...

 
Zach Dougherty


Hay días que son como espacios
 preparados 
para que todo
 duela.


Roberto Juarroz.





GRACE. Jeff Buckley


There's the moon asking to stay
long enough for the clouds to fly me away
well it's my time coming, i'm not afraid to die
My fading voice sings of love, but she cries to the clicking of time,
oh, time. wait in the fire...
and she weeps on my arm
walking to the bright lights in sorrow
oh drink a bit of wine we both might go tomorrow
oh my love...
and the rain is falling and i believe my time has come
it reminds me of the pain i might leave behind... wait in the fire
and i feel them drown my name
so easy to know and forget with this kiss
i'm not afraid to go but it goes so slow...


miércoles, 23 de octubre de 2013

Historia con historia.

Cuando uno oye hablar por primera vez del imperio austro-húngaro en las películas de Berlanga, quiere decir que algo va mal. Sí, puedo reconocer y reconozco que  mis conocimientos sobre Historia son escasos; y no solo eso, lo peor es que pasa el tiempo y no hago nada para mejorarlos. Pero no pienso echarme la culpa a mí, que por algo soy "de ciencias", sino a los profesores, y más en concreto a una que menguó el poco interés que ya tenía por esa asignatura que para mí siempre quedará pendiente.


"Mi" instituto, hoy.

3º de BUP. Una clase de las revoltosas, pero con buenos resultados académicos, de esas que a los profesores resultan incómodas, porque acaban por rendirse a los resultados y pasan por alto comportamientos que  en otras circunstancias no pasarían.

 Empieza el curso y llama mi atención un alumno que no conocía de antes con el que conecto desde el primer momento. Tenía un apellido de esos raros que nunca más volví a oír y, como suele suceder, tanto profesores como alumnos lo llamábamos por él. Pero ya que siempre me pidió que lo llamara por su nombre y nunca lo hice, voy a hacerlo ahora: Juan. A los pocos días de clase, risas que vienen y van como las ondiñas de la canción, le pido que se cambie de sitio (estaba demasiado lejos) y se coloque delante de mí. Ahora no sé si el asiento estaba vacío o "desplacé" a alguien que no recuerdo, pero lo cierto es que no se lo pensó mucho, así lo hizo y así seguimos el resto del curso.

La presentación de  la profesora de Historia la recuerdo bien. Llegó a clase como una intrusa, sí, parecía que se había equivocado de edificio y entraba en el instituto por equivocación. Su vestimenta resultaba ligeramente sospechosa. En aquella época, de transición,  había dos grupos de vestimentas, dos looks, el emergente tipo progre, de pantalón vaquero, jersey cuello cisne y botas; y el saliente, el de profesora del régimen,  con bata blanca tipo laboratorio. Los dos convivían en armonía, pero ella no respondía a ninguno, bajita tirando a rellena, falda tubo, zapato de medio tacón, en resumen, lo que para aquella época sería un ama de casa tipo. La idea previa que nos sugirió su aspecto se redondeó después de su confesión. Nos contó que era maestra y no sabía mucho de la asignatura, pero que haría lo posible para enseñarnos, o dicho de otra manera, para que no lo notásemos.


Un aula, hoy.

La entrada de un profesor en el aula el primer día de clase se parece a la de un toro en la plaza. Se hace el silencio y todos observan con atención sus movimientos, sus miradas, sus primeras palabras. Los más atrevidos salen al coso con  la muleta para ver cómo entra, si embiste bien o recula, si tiene fijeza, si cojea...Pues bien, si nos atenemos a este primer análisis en aquel momento hubiéramos sacado los cabestros y devuelto el toro a los corrales.

Creo que ese día valoramos su sinceridad, pero con el tiempo poco más que eso.

Sus clases no se puede decir que fueran  aburridas porque hacíamos lo que queríamos. Como no sabía explicar ni tenía ganas, daba instrucciones del tipo "abrid el libro en la página X y subrayad lo más importante". Ese subrayado de lo más importante no consumía más de 10 minutos, así que al poco rato de empezar la clase cada uno se buscaba un entretenimiento, que podía ser reír, hablar de cualquier cosa, fumar o todo junto y más. Juan se  giraba hacia mi asiento, y así, un Ducados tras otro y hablando de lo que surgiera, se nos pasaba la clase. Si la profesora notaba que el barullo amenazaba la tranquilidad de las aulas más próximas, nos daba un grito, nosotros rectificábamos la postura y  volvíamos un par de minutos a subrayar lo subrayado.


El curso avanzaba y la clase se iba estropeando día a día. Pablo V. empezó a fumarse puros. Decía que era un comunista  burgués y eso, lo segundo, le permitía hacer estas cosas, pero lo cierto es que le excitaba poner a prueba la elasticidad de la profesora, retarla.


 Habíamos tenido la suerte el curso anterior, de tener una buena profesora de una asignatura que en aquel entonces  se llamaba Geografía Económica. Con ella aprendí la diferencia entre un trust y un holding, y alguna que otra cosita que ya me permitía debatir con aire serio con mi padre. No llegaba muy lejos porque siempre me espetaba aquello de que "sí, pero se nota que te falta experiencia", pero al menos ya podía aportar algo de mis frescos conocimientos a la conversación. El recuerdo todavía cercano de esa profesora y la sensación de andar para atrás, de desaprender,  no acabábamos de aceptarlo bien. Y eso unido a un trato de colegiales al que no estábamos acostumbrados y ella sí, no nos hacía la clase  soportable.

Un día, antes de empezar un examen con ella, Juan aparece eufórico y me dice que le entran ganas de hacer algo, que va a hacer algo. Yo me entrego al examen y me limito a vomitar lo que había embutido un día antes en casa, y rematado una hora antes en la cafetería "As Cobas". Cuando salimos del examen Juan me cuenta que contestó a las preguntas como si radiara un partido de fútbol entre el reino de Castilla y el de Aragón. Me contó los pases, los goles y todos los pormenores del arbitraje. Era un alumno brillante, le encantaba la Historia y sabía perfectamente qué tenía que contestar, pero se permitió esa licencia sabiendo que el curso no lo iba a suspender.



Cafetería "As Cobas" (todavía existe y resiste)

La aventura tuvo consecuencias, claro. Uno o dos días después vino el director a buscarlo para hablar con él fuera del aula. Desapareció media mañana en la que tuvo que aguantar sin reír la relectura de su propio examen y una amenaza de expulsión que al final quedó en nada. La bronca no quedó ahí y también la vino a echar al resto de la clase para que nos quedara claro que ese tipo de atrevimientos nos podían salir caros.

La verdad es que no hicimos mucho caso y, aunque no hubo arrebatos como el de Juan, seguimos tan alborotados o más que al principio.
Ella  iba perdiendo la paciencia con nosotros y cada vez nos reñía más, pero nosotros sabíamos que la situación ya la tenía desbordada y era incapaz de enderezar la lidia, perdón, el curso.

La bibilioteca que antes no existía.

Un día, ya desesperada, se hartó de valor, se levantó (solía permanecer sentada toda la clase), se dirigió al centro de la tarima y desde allí nos echó el discurso definitivo, un discurso que terminó en súplica: quería que le dijéramos cuál era el problema, por qué con ella teníamos ese comportamiento. Hubo risitas nerviosas, un ligero barullo y todos miramos para otro lado, como si no tuviéramos nada que ver con el asunto. "Quiero hablar" dice desde atrás Luis, primo de Pablo, el de los puros. Todos nos giramos sorprendidos porque Luis no intervenía jamás en clase. Era otro alumno brillante, pero de los que pasan totalmente desapercibidos, así que esperamos en silencio su intervención. La profesora, con más cara de sorprendida que nosotros, le dio la palabra. No lo pensó mucho, era de los que no malgastaba palabras, así que fue al grano: "Nosotros no tenemos ningún problema, aquí el único problema es usted".

A la profesora se le desencajó la cara y nosotros no sabíamos dónde meternos. No supo qué contestar y quedó azorada como si Luis la hubiera desnudado a la vista de todos. Su gesto fue tan expresivo y nos dio tanta pena que la dejamos "evolucionar" sin apenas mirar para ella. Se fue a sentar otra vez como el toro cuando se va a las tablas, dolorida. 
Silencio.
A partir de aquel día hubo una especie de entendimiento tácito por el cual ella dejaba de gritarnos y nosotros de torearla. Y creo recordar que terminamos en paz.



La misma verja, distinto edificio.

Nunca más supe de ella ni consigo recordar su nombre, pero los verdaderos protagonistas de esta historia siguen ahí. Hace unos años me reencontré casualmente con Juan y recordamos esa y otras anécdotas. Él recordaba su nombre, a mi se me olvidó otra vez. Las cosas no habían salido como él quería en el aspecto personal y profesional, y me confesó que su  ilusión era haber sido profesor de instituto. Pabló acabó el bachillerato y se fue a Brasil, donde ejerce como médico. Antes de irse nos dimos un paseo por los alrededores de la ciudad en su Mercedes "burgués". No hubo puros porque no fumaba. Con Luis mantuve contacto por carta un par de años más y poco a poco se fue diluyendo en el tiempo.

Aún no distingo el norte de Corea de Corea del Norte porque me pierdo entre fechas, mapas y fechorías, pero nada me cuesta  recordar historias como esta, pequeñas pero vividas.



Dedicado a Frankie, para que nunca máis  me riña por hacer entradas "minimalistas".  ;-)